Hay mucha gente que cree que es difícil entender la poesía,
pero yo no lo siento así y, además, os digo que es hermoso leer un poema y
comprobar que empatizamos con su autor porque los sentimientos humanos son
atemporales: el amor, la desilusión, la pena o desesperación ante la pérdida de
un ser amado, el odio…
Vamos a intentar leer y entender un hermoso poema de Bécquer y, después, a
disfrutar de él. No es difícil, solo tienes que dejarte llevar por la
intuición.
Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…; desengáñate,
¡así… no te querrán!
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…; desengáñate,
¡así… no te querrán!
El poeta le dice a la amada con amargura que la naturaleza cada primavera
estallará en su renacer, pero que ni las golondrinas, ni las madreselvas que
fueron testigos de su amor serán las mismas. Le reprocha amargamente que ella
se pueda volver a enamorar de otro, pero le deja bien claro que ningún hombre
la idolatrará como lo ha hecho él. Podemos apreciar el despecho de un dolorido
hombre tal vez abandonado por la mujer que ama.
Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura