sábado, 31 de octubre de 2020

No es buena la soledad (LECCIONES DE VIDA)

En marzo la veleta ni dos horas está quieta. El viento estaba siendo demasiado reincidente; duraba  excesivamente el mal tiempo y los fríos habían dejado poco espacio al sol en el mes que, se supone, da paso a la primavera. Aquel final de invierno tan poco hospitalario Miguel había tenido que pasar por el hospital dos veces; su quebrantada salud y su extrema delgadez lo convertían de vez en cuando en un alma en pena que vagaba por la escuela o por su propia casa casi sin ocupar hueco.

No tenía amigos, tal vez su acentuada timidez le impedía relacionarse con los demás y, gracias a la compañía de su perro Hércules[1], alguna vez se le veía sonreír. Un día en televisión vio unos dibujos de héroes de la Antigüedad y la fuerza de este personaje lo dejó marcado de tal manera que, cuando su padre asomó con un perrucho flaco y lleno de pulgas, se le ocurrió ponerle el nombre de este insuperable personaje, quizás porque se veía en las antípodas de lo que este representaba.

En el colegio se comportaba con normalidad, a pesar del vacío que le hacían los demás niños; el maestro no conseguía dar con un compañero adecuado para Miguel y, día tras día, proponía cambios y más cambios, pero sin éxito. Aparentemente esta situación parecía no afectarle porque sacaba buenas notas y mostraba interés por temas que a veces resultaban un poco raros, pero era normal que preguntara ciertas cosas ya que estaba siempre con gente mayor. La lividez extrema de su piel resaltaba aún más el morado de sus ojeras, parecía un ser de otras dimensiones, y los compañeros alguna vez se metían con él y le decían El Vampiro Chupatinta.

Aquel sábado marzo les  regaló un hermoso sol, radiante, que animó a la familia a salir al campo. En un paseo por los alrededores del lugar, que eligieron para acampar, la madre de Miguel le señalaba cómo las ramas desnudas de los árboles mostraban sus primeras yemas, avisando la llegada de la primavera.  Recorrieron un buen espacio y al final se encontraron con la hermosa sorpresa de dos almendros en flor. ¡Qué hermoso es el rebrotar de la vida! Mira, hijo, estas flores serán fruto y, cuando empiece a formarse, saldrán las renovadas hojas con verdes intensos y jóvenes.

Regresaron al lugar donde habían dejado sus cosas y tomaron un refrigerio, y el niño comentó a sus padres que se iba con Hércules a corretear un rato. Tardó tiempo en regresar y lo hizo llorando, su perro, su amigo, se había perdido. Casi llegada la noche, la familia cejó en el empeño de seguir llamando al animal. En el regreso a casa el niño lloraba en silencio y aquella noche no quiso cenar ni desayunar al día siguiente, y entró en un período de fiebres, debilidad y depresión.

Cuando los padres contaron al pediatra la pérdida del perro y la reacción del niño, los derivó a  sicología infantil.

–Hola Miguel, me llamo Sonia y quiero ser tu amiga. No te preocupes, tus padres están en la salita de espera. ¿Cómo te va en la escuela?

–Bien, no me puedo quejar, lo apruebo todo con buenas notas.

–Háblame de tu compañero de clase.

–No tengo compañero, los niños no se quieren sentar a mi lado, ni jugar conmigo en el recreo, y a veces me dicen cosas feas como  El Vampiro Chupatinta  o El Huesitos de Plastilina; se ríen de mi aspecto, no me quieren.

–¿Y tú qué haces cuando te dicen esas cosas?, ¿se lo has contado a la profesora o a tus padres?

–No, para qué, me voy y ya está; estoy acostumbrado. Ya no me quedan amigos, mi perro Hércules se perdió hace dos meses y me he quedado solo.

–¡Qué nombre más bonito para un perro! ¿Lo querías?

–Muchísimo, lo echo tanto de menos…

–Mira, los seres vivos tenemos un ciclo que completar, nacemos y luego nos vamos de este mundo. Todos somos finitos; los perros también se van, ellos antes que nosotros, viven de diez a quince años, según el tamaño. Los árboles son más longevos pero ellos también, más tarde o más temprano, completan su ciclo vital. Tu perro seguro que está vivo, posiblemente olió a alguna hembra y salió disparado, pero no se fue porque no te quisiera sino porque el instinto animal es así de fuerte; él quiere tener descendencia, perritos, pero te sigue queriendo, seguro.

–La verdad es que visto así se entienden muchas cosas; mis padres nunca me han hablado de esto.

–Es normal, Miguel, los padres nunca ven el momento oportuno de enfrentarse a estos temas.

–Vale, lo entiendo.

–¿Cuándo te vas a atrever a jugar con los niños en el recreo y en el parque?

–Ellos no quieren que lo haga.

–¿Cómo lo sabes? Mira, cuando te digan esos motes estúpidos, que al fin y al cabo son una tontería, no hagas caso  e insiste en jugar.

El niño poco a poco fue haciendo caso a su sicóloga y pudo congeniar con los demás compañeros; lo más impactante para él fue observar que cada uno de ellos tenía un mote, Manolito El Gafotas,  Pedrito El Lorito, Manolón El Gordinflón… a cual más feo y peor que los suyos.

El cambio que experimentó era perceptible, comía bocadillos como los demás, jugaba en el parque, hasta engordó y su cara tomó un poco de color. Pasado el tiempo, los padres le propusieron una salida al campo y, cuando estaban comiendo, Miguel observó que un animal se les venía encima corriendo. Asustado, avisó a sus padres, que estaban de espaldas, y en aquel mismo momento se abalanzó sobre él la veloz fiera. Tras un grito de pánico, llegó el júbilo; casi irreconocible, muy delgado, hasta el extremo de que tenía las costillas pegadas a la piel, y con una cuerda atada al cuello, aquel animal lamía la cara del niño incansablemente y lloraba de la alegría de estar de nuevo con su amo. Miguel, recuperado del susto, reconoció a su amigo, su perro, Hércules. El niño se sintió pletórico de felicidad y pensó que ahora las cosas no iban a ser como antes, sino mucho mejor. La vida por fin le sonreía.

 

"Quien algo quiere algo le cuesta"



[1] Héroe de la mitología griega que era hijo del dios Zeus y de la reina mortal Alcmena. Lo caracterizaba su extraordinaria fuerza, el coraje, el orgullo, cierto candor y un formidable vigor sexual. Tras matar a su mujer y a sus hijos en un ataque de locura provocado por Hera, la sibila del Oráculo de Delfos le dijo que como penitencia tenía que llevar a cabo una serie de trabajos, conocidos como Los doce Trabajos de Hércules.



Del libro de Encarna Reinón, LECCIONES DE VIDA
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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura