Desde la distancia
paseo por tus calles y siento.
Recuerdo ese rincón
donde he pasado tantas horas de mi vida,
su río y sus
árboles.
Te contemplo en mi
memoria,
y veo pasar las
calladas y remansadas aguas
que en otros
tiempos me evadían de lo que ahora añoro.
Sentarme en tu
ribera me resultaba placentero,
oír el canto de los
pájaros, y sentir el calor del sol en mi piel.
Avivabas mi
melancolía y acrecentabas mi amor,
porque me fundía
con la serenidad de mi paisaje.
Las montañas
rodeaban mi deleite,
azules, más oscuras
que el cielo.
Montañas
envolventes
que incluso desde
mis horas de lejanía
me absorben y me
abstraen.
Y en lo alto el
astro rey
irradiando fuerza y
pureza a tu entorno oloroso.
Huelo la hierba, la
tierra mojada,
y veo la presencia
de la primavera.
1990