jueves, 31 de mayo de 2018

Momentos íntimos. Paisaje

De mañana, con la fresca, se repite el milagro; parece que el tiempo no ha pasado y que el hombre respeta tu virginidad. Cada vez que paseo y piso tu tierra húmeda y tus hojas muertas, siento la sensación de ser la primera persona que lo hace.

Tus remansadas aguas, del color del cielo del momento, reflejan la sombra de ese árbol que parece que quiere acariciarlas con la punta de sus ramas como si de dedos se tratara; o de ese otro que deja pasar un rayo de sol deslumbrante que se clava en tu superficie, llegando hasta tu fondo y dejando ver mejor las hierbas ondulantes que sustentas en tu propio seno.

Los juncos hermosean tu ribera y las toscas invitan al caminante a disfrutar en su descanso de la serenidad que transmites con el remanso de tus aguas.

Eres fuente de vida; esos mismos árboles que te embellecen se alimentan de ti porque, sin duda, son una parte de ti. Sin ellos no serías la misma. Te prefiero de mañana, intacta, y soñar que soy la primera que se adentra en tu inexplorada belleza.



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura

martes, 29 de mayo de 2018

Momentos íntimos. La feria

Con la evidencia de la fiesta llegan los feriantes; las luces nocturnas hacen brillar los papeles de celofán de los envoltorios y eclipsan sus miserias ante quienes pasean y pasan ajenos a su drama. Los columpios, solitarios de día, recobran al atardecer la dignidad del espectáculo. Músicas, luces, niños, turrones, algodones de azúcar, globos, todo un mundo de magia y fábula, de fingida euforia, camufla la aparente invulnerabilidad de estas gentes que con su llegada a los pueblos hacen que se repita el milagro casi fascinante de la diversión. Y año tras año crean la ilusión de un constante espectáculo que oculta sus miserias.  



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura

lunes, 28 de mayo de 2018

Remedios de la abuela. Jarabe para la garganta



Ingredientes:

-Azúcar, tres cucharadas soperas.
-Dos rodajas de naranja o limón.
-Una hoja de laurel.
-El culo de la piel del plátano.
-Manzanilla para cocer o una bolsita de infusión.
Modo de hacerlo:
Ponemos el azúcar en un cazo al fuego y le vamos dando vueltas hasta que se hace caramelo. Le añadimos medio vaso de agua con cuidado porque salta el azúcar. Agregamos los demás ingredientes y dejamos cocer a fuego lento un rato. Cuando veamos que ha reducido y el líquido se ha espesado, lo colamos y tomamos caliente.




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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura

sábado, 26 de mayo de 2018

Momentos íntimos. El volumen del recuerdo

En la distancia

mis recuerdos tienen

volumen de ausencia,

y el amor adormilado

espera largas vigilias.

Y yo, impotente,

voy descontando el tiempo

que ha de acercarme

a mi realidad.

Paciente, me alimenta la esperanza

de que mi soledad sea finita,

y me aferro con dientes y uñas

al volumen incorpóreo de tu recuerdo.



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura

Mamá, ¿es que te crees que soy tonta/o?

Los huevos son un alimento muy completo, pero hay que tener en cuenta varias cosas antes de consumirlos:
1-Los huevos se pueden guardar en el frigorífico o fuera, en lugar fresco, aunque te aconsejo que los pongas en el frigorífico.
2-La fecha de caducidad es orientativa. Si el huevo está pasado de fecha, pero presenta buen aspecto, lo puedes consumir.
3-Si el huevo es de corral hay que lavarlo con agua y jabón antes de consumirlo. Si se va a tardar rato en abrirlo, sécalo porque, como la cáscara es porosa, puede penetrar la suciedad.
4-Si se consume huevo crudo en alioli casero, sacarlo del refrigerador cuando se vaya a consumir y, para evitar problemas, no guardarlo de un día para otro.
5-Para saber si un huevo está fresco, ábrelo en un plato y, si la yema está entera, puedes consumirlo. Cuanto más alta y dura esté la yema, más fresca será. Si abres el huevo y se rompe la yema sola (no la has roto con el cascarón), lo mejor es que lo tires porque ese huevo no está fresco.  



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura

miércoles, 23 de mayo de 2018

Mamá, es que te crees que soy tonta/o?



-Si pones aceite a calentar para freír algo, ten cuidado porque, si le cae agua, salta y te puedes quemar.
Si te quemas, ten siempre a mano gel de aloe vera para cubrir la quemadura. Si te vas echando con mucha frecuencia, el quemado irá perdiendo calor y no te saldrá ampolla.
-Si tienes la mala suerte de que se enciende el aceite en la sartén, nunca lo pongas debajo del grifo, mejor apagas el fuego y cubres la sartén con una tapadera. Y no te preocupes porque todos hemos pasado alguna vez por una situación así o parecida.

Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

lunes, 21 de mayo de 2018

Justificación del presente trabajo

Este trabajo nace de la curiosidad que siempre he tenido por las cosas del pueblo y por buscarles una explicación coherente. No es fácil recoger datos sobre el mote que cada uno lleva y por qué se lo dicen. Hay personas que aceptan el calificativo y responden con agrado y, precisamente, son esos apodos los que reflejo en este trabajo. Siguen archivados los motes de los que contestaron que "no" aceptaban que se los dijeran. Algunos, incluso, manifestaron su enfado e impotencia porque no entendían que la gente disfrutara con su rabia. Yo creo que hay que respetar siempre los sentimientos de las personas y me consta que algunos, que llevan muy mal su mote, sufren con la malicia e ironía del pueblo.
 Cada uno de los entrevistados, cuyo mote está reflejado en este trabajo, respondió a la pregunta de si lo aceptaba con un sí. Los datos fueron recogidos en los años 1994-95 por alumnos de la antigua FP, actual IES Ginés Pérez Chirinos, amigos personales, familiares y por mí misma. Recuerdo el mosqueo que mostraron algunos interpelados y, también, la satisfacción de quien podía facilitarte los datos que le pedías. Algunas respuestas, como se puede comprobar, son escuetas, pero otras contienen desarrollo.
Se quedan muchos motes sin recoger, pero la dificultad es grande cuando se pregunta por qué llevan el alias o quién fue el primero de la familia en tenerlo. Se podría hacer un listado de motes, pero ese no es el objetivo de este trabajo. 


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes de origen reciente

Los motes aquí expuestos son aceptados por quienes los llevan. Junto a ellos va su explicación.
Ajo: Juan José El Ajo. Lo llamaban Juanjo y se quedó con "Ajo".
Berrinches: Juan Antonio El Berrinches. Se cabrea muy pronto, no acepta una broma y no hace nada más que renegar.
Bobi: Ramón El Bobi. 
Canterín: Juan Antonio El Canterín. Por el apellido.
Chocolate: Antonio El Chocolate. Le encanta el "chocolate".
Chovi: Francisco Javier El Chovi y El Pelucas. El primer mote no se sabe el porqué; el segundo se debe a que lleva el pelo largo.
Fafi: Francisco Javier Fafi. Le decían Francis, pero su sobrino pequeño no sabía decirlo y en su lugar pronunciaba "Fafi" y los amigos lo convirtieron en mote.
Ministerio: Antonio El Ministerio. A un comentario que hizo en la escuela.
Perillas: Francisco El Perillas. Cuando nos juntamos los amigos hay dos "Pacos" y, para distinguirlos, al que lleva perilla le decimos Paco Perillas.
Rana: Salvador El Rana. Tiene los ojos saltones.
Torero: Antonio El Torero. Fue maletilla de joven y se le quedó el mote.
Estos motes y algunos de los reflejados en apartados anteriores fueron recogidos por alumnos de FP en el curso 1994-95 del actual IES Ginés Pérez Chirinos. En las fichas de recogida de los alias expuestos en este apartado, señalaban como profesión de quien llevaba el mote la de estudiante. Seguramente alguno de ellos se reconocerá, espero que siga aceptando el calificativo que en aquellos años le adjudicaron sus amigos. Pasado el tiempo, quiero darles las gracias por su colaboración en la recogida de datos.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes de origen vario (III)

Los motes que expongo a continuación están aceptados por quienes los llevan. Junto a cada uno de ellos está su explicación.
Pantalona: Cruz La Pantalona. Su bisabuelo salió con un pantalón corto y la gente dijo: "¡Mira qué pantalón!".
Papirusa: Anita La Papirusa. Cuando era joven, vivía en Barcelona con sus padres y tras la guerra volvieron a Caravaca y sus padres pusieron una perfumería. A Anita le gustaba este nombre que tenía una perfumería en Barcelona y se lo pusieron a la suya.
Pato: Miguel El Pato, también El Zorrilla. "Pato" porque su padre era requirior  (requeridor o encargado de gestionar el agua de las acequias de riego. Esta acepción no la registra el DRAE, pero sí El Vocabulario del Noroeste Murciano de F.G. Ortín) y atravesaba los tablados en las regueras y dejaba sin agua al resto de la heredad. Entonces, el padre de "El Cañota" le decía que era un "pato" puesto que siempre estaba metido en el agua. "Zorrilla" porque, como le gustaban los temas intelectuales, un día un amigo suyo lo comparó con el escritor "Zorrilla" (autor del conocido Don Juan Tenorio).
Perla: María La Perla. Cuando su hermano era pequeño, su padre le decía: "¡Qué hermosa perla tengo en mi casa!". A algunos componentes de la familia les dicen los "Joyas".
Perráneo: José El Perráneo. Su madre crio a un hermano suyo y al hijo de Antonio Guerrero, que era pedáneo. Los críos tiraban piedras a lo demás niños y decían los otros: "¡Ya vienen los pedáneos!", y por deformación "perráneos".
Pillapájaros: Julián El Pillapájaros. Cuando era joven, salía a poner cepos y trampas a los pájaros.
Rojo invierno: Juan El Rojo invierno.  Un día de invierno salió su padre a la calle y dijo, en vez de: "¡Qué frío hace!", "¡qué día de invierno hace!".
Salvamé: Francisco El Salvamé. Su abuelo Rafael cantaba por la calle en los Vía Crucis: "Sálvame Virgen María"; como al cantar, la palabra se acentúa en la "e", por eso le decían "El Salvamé".
Tubos: Emilio El Tubos. Su padre llevaba los pantalones ceñidos.
Tece: Encarnación La del Tece. Su abuelo, cuando jugaba, no sabía pronunciar trece.
Perlargón: Salvador El Perlargón. De pequeño estaba muy regordete y se le parecía al niño gordito de la foto de la leche para bebés "Pelargón"; la "r" se la ha puesto el pueblo por asimilación con la que lleva la palabra y para facilitar la pronunciación.
Zorra. Pepa La Zorra. Su abuelo trajo un zorro al pueblo.
Zorro: Antonio El Zorro. Sus  abuelos cazaban zorros y los mataban.



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes de origen vario (II)

Los motes que expongo están aceptados por quienes los llevan. Junto a cada uno va su explicación.
Corsario: Pedro El Corsario. Un día que jugaba a los dardos hizo una gran jugada y, como vestía de negro y llevaba barba fina como El Corsario Negro de los cómics, uno de los presentes le dijo que se parecía a él.
Coscorrona: Juana María La Coscorrona. Su abuelo o bisabuelo en misa se dio un capón en la pila bautismal y a partir de ahí "El Tío del Coscorrón".
Cuchara: Antonio El Cuchara. Su bisabuelo era tratante de frutas y en una ocasión contrató a un grupo de trabajadores para coger fruta y a la hora de comer faltaba una cuchara. Él entregó la suya al que no tenía y con el pan a modo de cuchara comió. A Partir de ese momento le empezaron a decir "El Tío de la Cuchara".
Faralá: Domingo El Faralá. Su abuela llevaba los vestidos con farandolas (volantes).
Garayo: Antonio El Garayo. Jugaba al fútbol en los tiempos de Garay, famoso futbolista, y empezaron a decirle "Garayo".
Golosina: Su abuelo llevaba una finca, El Carrascal, y había un vecino que le tenía envidia. Un día el vecino le dio un palo y lo dejó ciego. Después él lo perdonó. Ciego, se llenaba los bolsillos de caramelos y paseaba calle arriba, calle abajo y daba a los niños golosinas. De ahí "El Tío Golosina".
Gorraesparto: José El Gorraesparto. Su padre estaba en la huerta con la gorra puesta y se le rompió y, entonces, cogió esparto y se la cosió.
Hombrecico: Francisco El Hombrecico. Cuando era pequeño, era muy formal y su madre le hizo un traje como el de un hombre y parecía un "hombrecico".
Huérfano: Felipe El Huérfano. De pequeño se quedó "huérfano".
Mochuelo: Sebastián El Mochuelo. Su abuelo cogía pájaros para comérselos y un día que estaba en lo alto de una tapia buscando nidos pasó un amigo y le dijo que parecía un "mochuelo".
Monecillo: Juan El Monecillo. Era monaguillo en la iglesia.
Musia: Antonio El Musia. Cuando era pequeño don Joaquín Jiménez Girón lo veía en la fragua y le decía "musa o muza", que según ese señor es palabra árabe que significa agua, y la gente lo degeneró.
Palanquín: Pedro El Palanquín. Cuando estaba labrando su padre, cayó con el tractor por un barranco y tuvieron que remolcarlo.
 


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  


domingo, 20 de mayo de 2018

Motes de origen vario (I)

Estos motes están aceptados por quienes los llevan. Junto a cada uno de ellos está su explicación.
Araña: Manolo El Araña. Su padre tenía telares y se manejaba por ellos como una "araña".
Arturo: Antonio, El Arturo. No sabe a qué se debe, pero a su padre ya le decían "Arturo" y, según dice, no conoce a ningún antepasado que llevara ese nombre.
Cagancho: Ángel Cagancho. De pequeño le gustaban mucho los toros y había un torero que se llamaba así.
Caíllo (cadillo: planta de flores amarillo-verdosas común en eriales, con un fruto que, una vez seco, se agarra fácilmente a la ropa o al pelo): Alfonso El Caíllo. Su padre cardaba ganado y la lana estaba llena de "caíllos".
Canillas: Julia La Canillas (acepción no registrada en el DRAE ni en el vocabulario del Noroeste de F.G. Ortín. Posiblemente se refiere este mote a "Panilla", medida que se usa solo para el aceite y es la cuarta parte de una libra). Su padre tenía una tienda de ultramarinos y había una medida de capacidad que se llamaba "canilla", que era muy pequeña, y la gente en los tiempos de escasez iba a por una canilla de aceite.
Capote: Rosendo Capote. Su bisabuelo se puso un día un capote (capa de abrigo) para resguardarse de la lluvia.
Caramelo: Ramón El Caramelo. Salía de nazareno y repartía muchos caramelos y, además, era muy bonachón. Sus nietos llevan este mismo mote.
Carlista: Jesús El Carlista (padre del "Tilismo"). Su padre era barrendero y vinieron en la guerra los carlistas y le pusieron una gorra y le decían: "¡Anda, que este es carlista!".
Ciri: Isidro El Ciri. Tenía un huerto de ciruelos.
Chafaníos: Tomás El Chafaníos. Su padre, cuando era pequeño, se subió a un árbol y al bajar se cayó y pisó un nido de pájaros.
Chavo (ochavo: cosa insignificante de poco valor o ninguno): José El Chavo. Su abuelo era muy pequeño, pero adelantaba en el trabajo a los demás y con envidia le decían que parecía un chavo y así se quedó.
Chispas: Juan El Chispas. Su madre lo mandaba a comprar bebida y por el camino bebía un poco y decía que era una "chispa".
Chumiza: Rosario La Chumiza. Su abuelo estaba en la puerta haciendo pleita (tira de esparto trenzada) y pasó un vecino y le dijo: "Juan Pedro, ¿qué estás haciendo?"; y él contestó: "Con estas chumicicas estoy trabajando". Yo creo que Juan Pedro, posiblemente, quiso decir chuminaica (chuminadica de chuminada: cosa sin importancia).



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes por rasgos de carácter

Los motes que expongo a continuación están aceptados por quienes los llevan. Junto a cada uno de ellos está su explicación.
Bicho: Juan El Bicho. Su padre era muy bullicioso.
Curioso: Antonio El Curioso. Era una persona muy meticulosa.
Cañota: Antonio El Cañota. De pequeño era muy revoltoso y alguien, un día que estaba sentado en la puerta de su casa, le dijo que era más malo que la cañota (planta que se cría cerca del agua cuyas hojas se emplean para forraje, sus tallos servían para construir cielos rasos y sus panojas para hacer escobas).
Imposible: Juan Pedro El Imposible. Era muy tozudo y resultaba "Imposible" intentar que dejara de hablar de política en tiempos de censura.
Rabietas: Antonio El Rabietas. Su abuelo era muy renegón y se enfadaba mucho.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes por las características físicas

Los motes que expongo están aceptados por quienes los llevan. Junto a cada uno está su origen. Tal vez este apartado sea corto, pero hay que entender que nadie quiere reconocer sus defectos y, si se le colocan de alias, menos.
Bigote: Sebastián El Bigote. Lleva bigote. Federico El Bigote. Su padre tenía un gran bigote.
Canillas: Juan El Canillas. Estaba muy delgado cuando era pequeño.
Cejas: Antonio El Cejas. Tenía las cejas muy pobladas.
Chato: Eusebio El Chato. Su abuelo tenía la nariz chata.
Cocas: Pepe El Cocas. Jugaba al fútbol y llevaba una coca muy alta, de las de "¡Arriba España!".
Labios: Pepe El Labios. Por sus labios gordos.
Mocolindo: Benito El Mocolindo. De joven siempre se le caía el moco.
Pecas: José El Pecas. Era muy pecoso.
Posposa: Carmen La Posposa. Su bisabuela se detenía al hablar.
Rojillo: Antonio El Rojillo. Por ser de tez rojiza.
Trompas: Antonio El Trompas. Le sobresale mucho la boca y la nariz.
Tuerto el Portillo: Patricio El Tuerto el Portillo. Tiene un tic nervioso y acuca (guiña) un ojo.
Veneno: José El Veneno. Según los que lo conocen, el mote se debe a que tiene la sangre muy viva.
Zurdo: Pascual El Zurdo. Su abuelo era zurdo.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes por el nombre de la madre u otros

Todos los motes que se exponen están aceptados. Junto a ellos está su explicación.
Antonteresa: Antonio Antonteresa. Su madre se llamaba Teresa y le decían Antonio de la Teresa y abreviaron.
Béjar: Encarna La de Béjar. Su madre estaba sirviendo con los que hicieron la chimenea de Béjar que se apellidaban así.
Carolino: Antonio Carolino. Su madre se llamaba Carolina.
Fermina: Luis El de Fermina. Su madre se llamaba así.
Fernandico: Carmen La de Fernandico. Su marido se llamaba así.
Flores: Florencio El Flores. No sabe de dónde viene el mote, pero podría ser un acortamiento del nombre propio "Florencio" que va conservando la familia.
María del Vino: Antonia, María del Vino. Su madre se llamaba María y vendía vino.
Milagros: Antonio El Milagros. Su madre se llamaba Milagros.
Nino: Pedro El Nino. Su abuelo se llamaba Saturnino.
Sabina: Jesús El Sabina. Su padre se crio junto a una tía suya que se llamaba Sabina.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes que se deben al lugar de procedencia (II)

Estos motes están aceptados por quienes los llevan. Junta a cada uno va su explicación.
Molino La Parra: Tomás El del Molino La Parra. Su padre vivió allí.
Madriles: José El Madriles. Su padre emigró a Madrid y vivió, trabajó y se casó allí. Al cabo de los años volvió a Caravaca.
Nevazo: José El del Nevazo. Vivió allí.
Orillas: José Luis El Orillas. Su bisabuelo vivió en un cortijo llamado La Orilla, próximo a una pedanía de Caravaca.
Pedreras: José El Pedreras. Su abuelo era Pedro El de las Eras  y por contracción de "Pedro" y "Eras" tenemos el nuevo mote.
Perigallo: Ángel El del Perigallo. Su familia ha vivido en una finca denominada así.
Sabro: José Carlos Sabro. Por el lugar donde vivían sus abuelos.
Veré: Manuel Veré. Iba a trabajar con un amigo que tenía la tierra en la Verea (Vereda).
Villar: Antonio El del Villar. Vivía allí, en Benablón.
Víllora: Juan El Víllora. Lo crio un señor que vivía en la Casa Víllora.




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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes que se deben al lugar de procedencia (I)

Todos estos motes están aceptados. Junto a ellos va su explicación.
Calderona: Carmen La Calderona. Sus abuelos vivieron en la Casa Calderón, entre Cehegín y Caravaca.
Cañaera: Josefa La Cañaera. Su abuelo se fue desde Barranda a vivir a las Cañadas de Moratalla.
Carreño: José El Carreño. Vivía en el Cortijo Carreño.
Casablanca: Pepe El de Casablanca. Su familia vivió allí. También El de la Casa las Piñas. Era forestal.
Casa Carrión: Pedro El de la Casa Carrión. Su familia vivió allí.
Casicas: Carmen La de las Casicas. El cortijo donde vivía se llamaba así.
Ceperos: José El de los Ceperos. Se ha criado allí.
Mancheño: Juan Pedro El Mancheño. Su bisabuelo era manchego, es decir, de La Mancha, y se vino a vivir a Caravaca. Era agricultor y, además, se trajo ganado y la gente empezó a decirle: "El Tío Manchego el de las ovejas". Como unos sabían decir manchego y otros no, terminaron por decir todos "Mancheño".
Hay otros motes, de los que no sé si se deben a lo mismo que los expuestos, pero por la estructura y la alusión a lugares pudiera ser que sí, como Carmen La del Llano, José María El del Plano, Rosendo El de los Miravetes.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  


Motes que se deben al oficio (III)

Estos motes están aceptados por quienes los llevan. Junto a ellos explico a qué se deben.
Paragüera: Josefa La Paragüera. Su padre arreglaba paraguas.
Patata: Trinidad La Patata. Su abuelo vendía patatas por las calles de Caravaca.
Plásticos: Antonio El de los Plásticos. Vendía cacharros de plástico y, luego, amplió con juguetes.
Pertiguero: Pedro Antonio El Pertiguero. Su padre transportaba madera en carros pértigos.
Picaor (picador): Jaime El Picaor. Su bisabuelo ganaba muy poco dinero y, cuando se casó, le propusieron que picara toros y se dedicó a eso.
Podón: Eusebio El Podón. Su abuelo materno podaba parras.
Recovera: Isabel La Recovera. Vendían huevos y gallinas.
Sordo de la luz: Antonio El Sordo de la luz. Trabajaba en la hidroeléctrica y en la guerra se quedó sordo. Sus hijos se conocen como Los Hijos del Sordo de la luz.
Tejero: Manuel El Tejero. Hacía tejas.
Vino: Pedro El del Vino. Vendía vino. José del Vino. Siempre ha tenido una tienda de vino. Antonia, María del Vino. Su madre se llamaba María y vendía vino por las calles y mercados.
Zapa: Domingo El Zapa. Su padre era zapatero.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Motes que se deben al oficio (II)

Estos motes son aceptados por quienes los llevan. Junto a ellos está su explicación.
Esquilaor (esquilador): Juan El Esquilaor. Esquila ovejas cuando llega la temporada de esquilar.
Garbancero: Fernando El Garbancero. Porque torraban garbanzos.
Gasiosas (gaseosas): Gonzalo El de las Gasiosas. Su padre fabricaba y vendía gaseosas en el cine de invierno "Cinema".
Herrero: Antonio José El Herrero. Porque viene de familia de herreros.
Linderos: Joaquín El Linderos. Por los linderos de los bancales que labraba.
Mandaora (mandadora): Mateo El de la Mandaora. Su padre era mandaor, requirior (requeridor), es decir, encargado de ordenar los riegos de una acequia (esta acepción no la recoge el DRAE, pero sí F.G. Ortín en Vocabulario del Noroeste Murciano), y a su mujer le decían la mandaora.
Máquinas: Pepe El Máquinas. Arreglaba máquinas de escribir.
Matacaballos: Salvador El Matacaballos. Su padre era chalán (el chalán trataba la compra y venta de caballos) y se dedicaba a vender caballos para carne.
Matamarranos: Juan El Matamarranos. Mataba marranos.
Molinera: Rosario La Molinera. Sus padres, y ella misma, trabajaban en un molino harinero de Bullas.
Naranjero: Juan El Naranjero. Su abuelo o bisabuelo vendía fruta por la calle con un carretón.
Palero: Juan Martínez El Palero. En la obra que trabaja todo lo arregla con trozos de palo.
Panes: Juan Sánchez El Panes. Es panadero.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  


sábado, 19 de mayo de 2018

Motes que se deben al oficio (I)

Los entrevistados confirmaron que aceptaban su mote. Cada mote lleva la causa de esta denominación.
Almendra: Juan El Almendra. Su bisabuelo cogía almendras y las vendía para ganar algo y poder dar de comer a la familia.
Azafranero: Francisco El Azafranero. Traía el azafrán de Bullas y lo vendía.
Batanero: Antonio El Batanero. La familia desconoce el origen, pero se supone que trabajaría en un batán (lugar en el que había unos mazos con los que se apelmazaba el pelo de los paños).
Brevas: Antonio El Brevas. Su bisabuelo iba por el campo vendiendo brevas con una burra. Un día se cayó la burra y se chafaron las brevas y, como no las podía vender, se las regaló a los niños y, cuando lo veían venir, decían: "Ya viene El Tío las Brevas".
Calceta: Carmen La Calceta. Su abuela siempre estaba al sol haciendo calceta (media de punto que se hacía con cuatro moldes).
Candiles: Antonio El Candiles. Su tatarabuelo era artesano y hacía candiles de forja.
Carbonero: Alonso El Carbonero. Su familia hacía carbón en el monte.
Cebolla: Diego El Cebolla. Su madre vendía cebollas en la plaza y la llamaban "La Tía Cebolla".
Celaor (celador): Juan El Celaor. Su abuelo era guarda, celador.
Chusco: Julián El Chusco. Su padre trabajaba de panadero y repartía el pan por las casas y, cuando llegaba, decían: "¡Ya está aquí El del Chusco!".
Coci: José El Coci. Porque fue cocinero.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  

Los motes en Caravaca - Introducción (III)

Actualmente los motes se entienden de manera diferente a como los percibían nuestros antecesores. Es raro que te pregunten, como a mí de pequeña, de qué familia eres y les digas el mote que te identifica porque muchos se han perdido como distintivo de grupo parental. Cuando yo contestaba que era hija de Francisca La Brevas, los paisanos asentían y me mandaban recuerdos de Cruz La Pantalona o de Elisa La Tragarroscas y nunca se les ocurría decirme o preguntarme por el apellido. Actualmente se está perdiendo la costumbre, entre gente de una determinada edad, de hacer referencia a los motes; el pueblo ha crecido y ya no se conoce a mucha gente. Además, la llegada de personas de las poblaciones de los alrededores y de otros países ha hecho crecer a nuestra ciudad, de manera que extrañamos a muchos de nuestros conciudadanos.
Lo que sí que se sigue haciendo entre los jóvenes es ponerse motes unos a otros, ocasionales, y que, a veces, no salen del círculo de sus amistades; precisamente, por este carácter accidental son efímeros y, en la mayor parte de la ocasiones, se pierden sin pena ni gloria en cuanto estos jóvenes entran en la edad adulta. Pero, precisamente, eso era lo que ocurría entre los árabes porque sus alias, personales, casi siempre eran intransferibles y podemos constatar, a pesar del paso de los siglos, que la costumbre de distinguir por el mote sigue vigente. Seguramente, alguno de estos calificativos perdurará en el tiempo y preservará la forma más popular de identificar a dos personas con el mismo antropónimo. Los tiempos evolucionan y el mote con ellos y, naturalmente, su evolución garantiza su supervivencia.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura  



viernes, 18 de mayo de 2018

Motes de Caravaca - Introducción (I)

Los orígenes del mote son antiguos, posiblemente anteriores a la romanización, por la necesidad de establecer una diferenciación entre individuos que presentaban el mismo nombre.
En el siglo III a. C. los romanos llegan a la Península y traen con ellos sus costumbres y su lengua. Para nombrar a las personas, añadían al praenomen (nombre propio) y al nomen (lo que hoy es el primer apellido que también era el del padre), el cognomen que se correspondería con el mote o apodo tal y como lo conocemos hoy. Cuando los nombres y apellidos de un número extenso de personas eran los mismos, había que diferenciarlos de alguna manera y el mote o apodo ayudaba a singularizar. Como ocurre hoy, eran los demás los que resaltaban la cualidad o defecto de la persona y los que bautizaban a su coetáneo con un cumplido o con una burla; esto nos lleva a entender la reacción actual de los que, considerándose ofendidos, rechazan el mote familiar, quizás como ocurriera en aquellos tiempos, porque es fácil asumir un halago, pero siempre rechazable recibir una burla, sobre todo nacida de la crueldad social. Los motes destacaban una cualidad, como Benigno (bueno, bondadoso); un defecto, como Naso (narizón), Cicero (de nariz de garbanzo), Flaccus (larguirucho); una característica física, como Escauro (ojos verdes), Barbatus (barbudo), Cincinnatus (rizos); una profesión, como Caprarius (cabrero); un acto de guerra destacable, como Magnus (el grande), Africanus, Hispanicus, Asiaticus; o el lugar de origen. El mote podía ser personal o heredado de la familia y, a veces, dejaba de cumplir la función de mote y pasaba a ser apellido.
En el año 711 llegan a la Península los árabes y, también, como los romanos, traen sus costumbres y su lengua. El apodo, que se añadía a veces al nombre propio, servía para alabar o ridiculizar a la persona; el laqab o apodo era breve para causar gran impacto y que se pudiera recordar con facilidad. Raramente se transmitía. Lo normal era que hiciera referencia a las peculiaridades físicas o morales del individuo o a un acontecimiento de su vida y, como ocurre hoy, los más frecuentes destacaban un defecto físico, como Al Ahdab (el jorobado), aunque también fueron muy numerosas otras denominaciones menos rechazables, como  Al Mansur (el victorioso), que resaltaba una alabanza al individuo; o Al Katib (el escriba), que indicaba profesión.      

Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura