viernes, 7 de septiembre de 2018

Las picardías de Caravaca, tradición que tiende a desaparecer




Las picardías son unos caramelos de azúcar y avellana que en Caravaca se vienen regalando tradicionalmente a los niños en la noche de Reyes.

Esta voz, con esta acepción, no está recogida en el DRAE, pero sí en el Vocabulario del Noroeste Murciano del padre Ortín. En el diccionario de la RAE nos informan de que esta palabra procede de "pícaro" y, a su vez, de que "pícaro" es de origen incierto y en su segunda acepción significa "tramposo".

El DRAE en "picardía", en la primera acepción, señala que es un "engaño", un "disimulo". Si profundizamos en los significados, un "disimulo", según la misma fuente, consiste en la ocultación de algo para que no se vea o parezca distinto de lo que es; un "desengaño", en la producción de ilusión sobre todo óptica.

Las picardías se regalaban a los niños como una engañifa para llenar el hueco de lo que los padres no les podían ofrecer. Cuenta mi madre, casi nonagenaria, que el cestico de picardías con unos pocos duros de chocolate, algún que otro salchichón de caramelo y algún muñecajo de plástico transparente con diminutos anises de colores era el único regalo que recibía cada una de las hermanas en su casa.

Mis padres nos ponían a mis hermanos y a mí escasos juguetes, porque no había para más, pero nunca faltaba el cestito de picardías y otras golosinas que ocultaban las faltas y nos producían gran ilusión, porque mi generación siempre ha sido muy agradecida con lo que se le ha dado. Como anécdota, un año recibí un rico cestito de picardías y una preciosa acuarela blanca con un precioso y frágil pincel de cristal transparente, que siempre permanecerá en mi memoria.

Nosotros seguimos con mis hijas y sobrinos la tradición, pero hoy parece que solo los abuelos regalan picardías a los nietos y son tantos los regalos que reciben que muchos abuelos se las tienen que comer, olvidadas por las nuevas generaciones. Actualmente, como dicen los mayores, gracias a Dios, no se tienen que disimular las faltas porque sobra de todo y en este punto podríamos parar un poco y reflexionar sobre qué es la felicidad para los niños, porque los colmamos de tantos regalos que a veces nos olvidamos de que tenemos que hablar con ellos.

Todavía veo este goloso dulce en las confiterías del pueblo y en los puestos de turrón que ponen para la ocasión, pero me temo que pronto pasará al olvido porque las gominolas, las nubes y otros caramelos modernos han llegado a las vidas de los más pequeños pisando fuerte. 


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura