jueves, 3 de enero de 2019

Los refranes tradicionales



Los refranes son dichos agudos y sentenciosos de uso común, una herencia transmitida oralmente que ha servido a generaciones anteriores a la nuestra para aprender sobre la vida, expresar sus emociones y sentimientos y hacer del idioma una herramienta de comunicación acuñado en expresiones que ya son como restos fósiles del español antiguo. Estos aforismos nos permiten analizar cómo era el manejo del idioma y la vida de quien se dedicaba casi única y exclusivamente a trabajar y no tuvo la suerte de pisar la escuela; la gente aprendía valores y moralidad con enseñanzas claras, pero también crueldades, porque no podemos olvidar los que arremeten contra ciertos vicios humanos.

Hoy se estudian o simplemente se leen como una pura anécdota y, curiosamente, los jóvenes, no acostumbrados a sus juegos lingüísticos, por sí solos son incapaces de descifrar sus mensajes. Las alusiones metafóricas a la naturaleza propiciaban el desarrollo intelectual de gentes no instruidas que aprendían a interpretar unos juegos idiomáticos, a veces nada sencillos, como algo natural. Los refranes, cuando vienen a cuento, son como una joya incrustada en el discurso, pero su uso frecuente puede empobrecerlo, ya le decía don Quijote a Sancho Panza, cansado de tanta sentencia, que reprimiera su abundancia de refranes: "También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles". "El refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia".

Los refranes abarcan todos los temas que afectan a las personas: el tiempo (En abril aguas mil), la mejor época para la siembra (A la primera agua de octubre siembra y cubre), los pensamientos (La ociosidad es la madre de todos los vicios. Adonde fueres haz lo que vieres), sentimientos y defectos de los hombres y de las mujeres… (Quien con lobos anda a aullar se enseña. Quien no tiene suegra ni cuñado es bien casado. Agua que no has de beber déjala correr). Asombra comprobar lo actuales que pueden resultar muchas de estas sentencias porque, aunque el tiempo pase y la gente vaya a la escuela y se deje absorber por ciertas modas que a veces anulan a la propia persona, en esencia somos lo que eran ellos, nuestros abuelos, luchadores capaces de buscar recursos para salir adelante por nosotros mismos.

Hay refranes para todo: en contra de la mujer y del hombre y a favor, en contra de la suegra y en su defensa, sobre las bondades de la amistad y sobre sus peligros… Cada refrán tiene su contrarrefrán, por lo tanto, el refranero, fuente inagotable de sabiduría popular, lo contiene todo, una cosa y su contraria: A quien madruga Dios le ayuda / No por mucho madrugar amanece más temprano. La suerte de la fea la linda la desea / Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Por supuesto que la mujer: esposa suegra, monja… es tratada como tradicionalmente se ha hecho y se sigue haciendo, por desgracia, en este país, pero tampoco los hombres salen muy bien parados. Tal vez, si volvemos la vista atrás a través de la literatura de transmisión oral, podremos tomar conciencia de los avances conseguidos en esta materia.   




--
Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura