El tiempo pasa y nos pasa y aseguran que nos hace
más sabios por la experiencia adquirida. Pero, ¿a quién le gusta ver en su
persona las huellas de su transcurrir? Aunque lo que es irreversible, nos guste
más o menos, lo tenemos que asumir. Hay numerosas formas de enfrentarse al paso
del tiempo que resumo en dos: plantándole cara a su inexorabilidad o asumiendo
y disfrutando lo que iba a venir y que ya va llegando.
El tiempo afecta y condiciona cada momento de
nuestra existencia; individualmente las percepciones de su paso varían según el
estado anímico del ser. Seguramente hemos escuchado alguna vez decir o hemos
dicho: "¡Ya!, ¿se ha pasado el tiempo ya?" o "¡Madre mía!, han
pasado solo cinco minutos y yo creía que pasaron horas".
La subjetividad del tiempo depende de
la apreciación del individuo, pero podemos objetivar el hecho de que lo bueno
se percibe breve y lo malo lento. Ya en el siglo XV Jorge Manrique reflexionó
sobre este hecho y lo dejó escrito en Las Coplas a la muerte de su
padre: (…) No se engañe nadie, no,/pensando que ha de durar/lo que
espera/más que duró lo que vio,/pues que todo ha de pasar/por tal manera.(…)
Como vemos, épocas diferentes pero idénticas percepciones porque la esencia del
ser no se ve afectada por el devenir de los tiempos.
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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura