LA JUBILACIÓN
Hicimos los trámites y me concedieron el paro,
entonces era un año y medio y la prórroga, que eran seis meses. Todos los meses
tenía que ir a presentarme a las oficinas del INEM y, como en los pueblos nos
conocemos todos, cada vez que tenía que presentarme esperaba a que no hubiera
nadie, para entrar. Así hasta que se pasó el tiempo, y poco a poco fue habiendo
trabajo, hasta que había para todos.
Cuando se
pasó algún tiempo, mi hermano me dijo que como le faltaba poco para jubilarse,
si quería, con lo que nos daban los hijos, yo le podía dar mitad de lo que
cobraba y cuando se jubilara me lo devolvía. No me pareció mal y entonces
dejamos el taller a mis dos hijos y al suyo. El material que había lo fueron
pagando como pudieron; también les dejamos dinero en el banco para que lo
devolvieran cuando ellos pudieran.
Al poco tiempo empezó una crisis y cada vez había
menos trabajo, solo había trabajo para uno, sacaban para los gastos.
Poco a poco se fueron casando mis tres hijos y a
los tres les hicimos lo mismo. Entre mis consuegros y nosotros les compramos
los muebles, les pagamos los refrescos y el dinero que recogieron fue para
ellos.
Como la crisis seguía, al oficial le dieron la
prejubilación. Como mi sobrino dejó de trabajar, la parte suya se la
alquilaron, partieron el material y le abonaron su parte y un aparcamiento que
tenían comprado. La crisis se va haciendo tan larga que no se sabe cuándo va a
terminar. Por lo pronto algunas semanas las echan completas y con eso van
saliendo. Pero que sigan, que es lo que deseamos todos, pues mi hermano y yo
estuvimos trabajando juntos desde que vine licenciado; él era muy joven y seguimos
hasta que me jubilé, pero nunca tuvimos
ni una pelea, porque trabajábamos lo que podíamos.