jueves, 8 de noviembre de 2018

Los dulces tradicionales de Navidad




Cuando llega el tiempo de las castañas, nos avisa de que la Navidad está próxima. Las costumbres y con ellas las tradiciones van evolucionando, de manera que nos parece que ya nada es lo que era. Por supuesto que la nostalgia y la memoria idealizada de los olores y de los sabores juega un papel importantísimo para que sintamos lo nuevo como sucedáneo de lo de otro tiempo.

Ya hace bastantes años que, cuando voy a alguna casa en las fechas navideñas, no me sacan la bandeja de dulces para convidarme por la fiesta. Es una buena y dulce costumbre que, como otras, está desapareciendo, si es que ya no ha desaparecido. Me encantaba, sobre todo, probar las distintas versiones del alfajor, porque cada familia tiene su particular forma de mezclar los ingredientes y de prepararlos y de dar el grosor a la oblea. Los mantecados tradicionales, los que solo llevan manteca, azúcar y harina, son tan diversos como los gustos de quienes los hacen: más o menos canela, ralladura de limón, con más o menos grosor, pero todos ellos presentan la particularidad de los moldes de hojalata en forma de estrella, media luna, flor… Los distintos componentes de los rollos: de anís, de naranja, de vino, de manteca, son una muestra de la variada repostería de nuestra tierra que se puede degustar sin esperar a que llegue la Navidad. Los mantecados manchegos, rebozados en azúcar glas, nunca faltan en los domicilios donde todavía se hacen estos manjares tradicionales y, por supuesto, los jugosos pasteles de cabello de ángel siempre ocupan un lugar importante en la bandeja que habitualmente acompaña a las sobremesas hasta san Antón, porque, como siempre nos han dicho los abuelos: "Hasta san Antón Pascuas son".

Este era el tipo de dulces que, junto con el alfajor, siempre estaba preparado en un plato elegante o en una bandeja para las visitas; los más finos los guardaba la familia porque eran más caros y, por eso, menos abundantes.  La verdad es que a mí todos estos dulces me gustan cuando están revenidos, cada uno tiene sus manías, porque creo que tienen mejor sabor que recién hechos, aunque a los golosos cualquier opción nos sirve.



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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura