domingo, 28 de marzo de 2021

Revaloricemos los Valores

 

Los valores sociales[1], éticos[2] y morales[3] son una asignatura pendiente para las nuevas generaciones. La proliferación de la hiperinformación y ocio en las redes llena huecos que las familias, por comodidad o carencia de tiempo, han dejado vacíos. Hoy los hijos se educan visitando contenidos que no son aptos para su edad o tanteando con peligros que pueden traer consecuencias tanto a ellos como a sus familias; cada vez son más alarmantes las noticias del acceso de menores a informaciones de carácter sexual o de otro tipo, no adecuadas para su nivel de entendimiento, que lo único que consiguen es tergiversar el concepto del amor y del respeto al otro; igualmente nos hablan de la captación de niños por redes de pederastas que exhiben como trofeos sus fotografías en páginas demasiado visitadas; o de los que asisten a un acoso cibernético a veces, demasiadas, siendo partícipes del mismo. Y todo esto ocurre desde la propia casa o en lugares en los que los menores, acompañados de sus padres y absortos en sus móviles, están muy distantes de lo que mi generación consideraba que era la normalidad.

 Tradicionalmente la sociedad ha valorado como algo positivo la elegancia y los buenos modales; siempre ha dado lecciones de buen comportamiento con el suyo propio, pero, salvo honrosas excepciones, hoy la dejadez lleva al atropello porque, por ejemplo, casi nadie ha dicho que es de buena educación apartarse cuando viene otra persona de frente, no gritar cuando se está en la vía pública, evitar expresiones soeces o dirigirse a la gente mayor con un "usted" de cortesía y respeto. Actualmente se dan situaciones tan guiñolescas[4] como la de ir alguien leyendo un mensaje en el móvil y arramblar con quien viene de frente porque ¿por qué se va a quitar él o ella?, que se quite quien venga, pasar por la angostura de una puerta llevándose por delante a cualquiera que pretendiera hacer lo mismo en su turno, y tantas  actitudes negativas que enumerarlas aburriría incluso a quienes están de acuerdo con lo que refiero. Con el ejemplo se educa para bien y para mal, y todos tenemos la obligación de recuperar los valores como bienes sociales y que ese sea el mensaje que reciban los más pequeños, los que en su momento tendrán que educar a las nuevas generaciones.

No se trata de hacer un listado con todo lo que nos aleja cada vez más en determinados momentos  de la racionalidad, sino de tomar conciencia de que es necesario educar a los hijos con sensatez. Y esta educación, no nos olvidemos, tiene que empezar en casa, desde que son bebés y se echan pulsos con los padres. No podemos caer en el error de justificar nuestro fracaso culpando a la escuela de no lograr lo que nosotros hemos abandonado. Educamos seres abocados a desenvolverse en una sociedad que tiene que recuperar los hábitos saludables en sus relaciones con los otros, que quizás eran un importante legado para los que nos precedieron en el tiempo y que aprendieron en lo que veían a pesar de que muchos no pudieron ir a la escuela.

 Para estas generaciones el refranero constituía un pozo de sabiduría, pero bien leído y trayendo a colación la sentencia adecuada, porque bien se sabe que "En todos sitios cuecen habas". Actualmente estos dichos sentenciosos no solo se manejan poco en el uso idiomático común, sino que también las nuevas generaciones los entienden con dificultad; el sentido metafórico de los refranes se les escapa porque están demasiado poco acostumbrados al esfuerzo, incluso el de pensar.

 Se suele decir que una imagen vale más que mil palabras y tenemos que hacer una regresión y recuperar los modales y sentimientos que nos distinguen. No se puede dejar que eduquen a los hijos ni la publicidad, la mala publicidad de mensajes e imágenes totalmente rechazables, ni los ordenadores, que los pueden llevar tan lejos, a veces a lugares no deseados por los padres. Que tu hijo no vea en ti aquello que le estás exigiendo que no haga, eres su modelo, su líder. 

Con esta serie de cuentos espero ayudar a los niños a entender que hay que ser respetuoso con el otro y que los problemas tienen solución siempre que se la queramos encontrar. Espero que cada uno de ellos les sirva para reflexionar sobre aspectos muy valiosos de la vida y para que entiendan, tanto ellos como sus padres, que la tradición nunca ha estado reñida con la normalidad.

Van agrupados en cuatro secciones que se corresponden con las estaciones del año y cada sección va ilustrada con tres refranes referidos a la misma. A su vez, cada cuento lleva un refrán al principio, adecuado a la estación del año que le corresponde, y otro al final, que resume el mensaje que contiene; y esta es una ocasión de poner en contacto a los niños con los padres o, tal vez, con los abuelos para que den valor a lo que nos pueden legar nuestros mayores, que subyace latente esperando a que alguien se interese por conocerlo.

 

"La sociedad paga bien caro el abandono en que deja a sus hijos, como todos los padres que no educan a los suyos".

                                                          Concepción Arenal (Periodista y escritora gallega del siglo XIX)

"Bien haya quien a los suyos se parece"

                                                                         "Refranes antiguos evangelios chicos"

                 Refranero tradicional español



[1] (DRAE) Perteneciente o relativo a la sociedad o conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes.

[2] (DRAE) Perteneciente o relativo a la ética o conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida.

[3] (DRAE) Perteneciente o relativo a las acciones de la persona, desde el  punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva.

[4] (DRAE) Perteneciente o relativo al guiñol, teatro representado por medio de títeres que se manejan introduciendo una mano en su interior.

Títere aquí no hay que entenderlo en sentido literal, como muñeco, sino que se refiere a la persona que se deja manipular.



Del libro de Encarna Reinón LECCIONES DE VIDA (Prólogo)
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Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura