domingo, 14 de marzo de 2021

Forjando un mundo mejor

Forjando un mundo mejor

 

Las mañanas en abril son muy dulces de dormir. Alicia llevaba unos días en los que le costaba trabajo salir de la cama; el fin de semana había estado constipada y las noches las había pasado bastante inquieta. Pero no podía faltar al colegio porque le tocaba la clase dedicada a los temas transversales y le encantaba el debate que hacían como conclusión.

Aquella jornada el maestro llegó con cubos de varios colores y se dirigió a sus alumnos diciendo que el tema  a tratar era de bastante importancia para la supervivencia del ser humano, y la niña, intrigada, no paraba de pensar en lo que podría ser tan importante. El docente comenzó colocando los cubos sobre la mesa.

–Hoy vamos a hablar del reciclado; reciclar es someter un material utilizado a un proceso para que se pueda volver a usar y evitar que crezca la contaminación y, como consecuencia, el efecto invernadero.

Todos sabéis lo que es un invernadero, un plástico sujeto a unos soportes que constituye una construcción cerrada; si introducimos en ella una moto, un coche, un frigorífico y la caldera de una calefacción de carbón, y los ponemos en marcha junto a una barra de hielo, al estar encerrados, las emisiones de gases se quedan en el interior del invernadero y sube la temperatura, y el hielo se va fundiendo.

Cuando no reciclamos y no paramos de emitir gases contaminantes a la atmósfera, aceleramos el cambio climático.

En aquel momento una niña, Laura, levantó la mano.

–¿Y por qué un frigorífico?

–Porque hay electrodomésticos antiguos que emiten gases muy dañinos y, mientras no los cambien, perjudican el medio ambiente.

Mirad, aquí os he traído cuatro cubos de color, el azul quiere decir contenedor para papel, el amarillo para envases, el verde para vidrio y el otro verde más oscuro para basura orgánica, que es la única que se degrada sin perjudicar. Vamos a ver qué debemos echar a cada uno de ellos.

Pedro Antonio, que estaba por las primeras mesas, levantó la mano y empezó a decir que en el azul se echaba el cartón y el papel de todas clases. Jesús, un niño con unas gafas enormes, comentó que en el amarillo se depositaban las latas, brik de leche, zumo… papel de aluminio, bolsas de plástico. Marisa, una excelente alumna, aportó que en el verde se tira el cristal, tarros, botellas…

–Veo que estáis muy bien informados sobre el tema.

Por el final de la clase una mano blanquecina dio paso a la aportación de Felisa, que añadió que las medicinas se llevan a la farmacia, a un contenedor especial, porque son muy contaminantes.

Se animaron varios compañeros que fueron completando que las pilas se reciclan en un contenedor especial, que hay por las calles y supermercados, y que las bombillas no se pueden echar al cristal, que hay contenedores especiales en los supermercados y tiendas de electrodomésticos.

Y el maestro añadió que los electrodomésticos, sartenes, ollas… se recogen en un ecoparque.

En aquel momento indicó a la clase que levantara la mano quien reciclara en casa. Casi todos la subieron, excepto cuatro compañeros entre los que estaba Laura. La niña se sintió avergonzada y dos coloretes, cada vez más intensos, daban idea de su sofoco; creía que todos la miraban y, a partir de ese momento,  el tiempo se le hizo eterno.

–Muy bien, es muy fácil separar todo lo que se puede reciclar; si cogéis varias bolsas de plástico y compráis una percha con varios ganchos y la ponéis en el lavadero, ahí mismo podéis ir echando la basura; vamos a ver si la próxima vez que pregunte, reciclamos todos. ¡Ah! Y vosotros mismos podéis llevar la basura a los contenedores una de las veces que salgáis a la calle.

Cuando Laura llegó a su casa, se le apreciaba la cara roja como una lumbre hasta tal punto que su madre pensó que tendría fiebre. Le tocó la frente y vio que la temperatura era normal. Llorosa, le dijo que había pasado mucha vergüenza en el colegio, le comentó el tema tratado por el maestro y acordó con ella comprar la percha, como había sugerido el enseñante, y ella misma encargarse de sacar el material reciclable a los contenedores. La madre intentó justificarse ante la niña, pero esta le dijo que no se preocupara, que siempre se está a tiempo de empezar algo.

Cuando faltaban pocos días para que llegaran las vacaciones, Alicia se arrimó a la mesa del maestro y le comentó que llevaba dos meses reciclando y que ella misma se encargaba de sacar la basura. El maestro le contestó lleno de satisfacción que estaba orgulloso de que hubiera aprendido y aplicado la lección, que su actitud positiva la ayudaría a forjar un mundo mejor. Mira, una gota de agua se pierde en un vaso vacío, pero muchas juntas hacen que el vaso se llene, "la unión hace la fuerza".

 

"El bien hacer buena siembra es"




Del libro de Encarna Reinón LECCIONES DE VIDA
--
Encarna Reinón Fernández
Profesora de Lengua Española y Literatura