sábado, 19 de mayo de 2018

Los motes en Caravaca - Introducción (III)

Actualmente los motes se entienden de manera diferente a como los percibían nuestros antecesores. Es raro que te pregunten, como a mí de pequeña, de qué familia eres y les digas el mote que te identifica porque muchos se han perdido como distintivo de grupo parental. Cuando yo contestaba que era hija de Francisca La Brevas, los paisanos asentían y me mandaban recuerdos de Cruz La Pantalona o de Elisa La Tragarroscas y nunca se les ocurría decirme o preguntarme por el apellido. Actualmente se está perdiendo la costumbre, entre gente de una determinada edad, de hacer referencia a los motes; el pueblo ha crecido y ya no se conoce a mucha gente. Además, la llegada de personas de las poblaciones de los alrededores y de otros países ha hecho crecer a nuestra ciudad, de manera que extrañamos a muchos de nuestros conciudadanos.
Lo que sí que se sigue haciendo entre los jóvenes es ponerse motes unos a otros, ocasionales, y que, a veces, no salen del círculo de sus amistades; precisamente, por este carácter accidental son efímeros y, en la mayor parte de la ocasiones, se pierden sin pena ni gloria en cuanto estos jóvenes entran en la edad adulta. Pero, precisamente, eso era lo que ocurría entre los árabes porque sus alias, personales, casi siempre eran intransferibles y podemos constatar, a pesar del paso de los siglos, que la costumbre de distinguir por el mote sigue vigente. Seguramente, alguno de estos calificativos perdurará en el tiempo y preservará la forma más popular de identificar a dos personas con el mismo antropónimo. Los tiempos evolucionan y el mote con ellos y, naturalmente, su evolución garantiza su supervivencia.


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Encarna Reinón Fernández
Profesora de lengua española y literatura